Así mismo, el movimiento de las mareas las mantendría homogenizándose continuamente para optimizar su crecimiento y su temperatura estaría regulada por el mismo calor del oceáno. Por otro lado, las bolsas mantendrían el agua enriquecida pues al usarse membranas osmóticas filtrarían el agua de mar que ingresara al interior y la alta concentración de sales del exterior impediría que los nutrientes del agua residual se perdiesen. Incluso, si una tormenta o tsunami destruyera las bolsas, éstas se romperían obviamente pero sin contaminar, pues su contenido es microalga de alto contenido lipídico que sería degradado naturalmente. En ese sentido, también las bolsas serían biodegradables, pretendiéndose que sean de bioplástico a partir de microalgas inclusive.
La NASA, con alta experiencia en proyectos cuidadosamente armados y con un manejo extremo de recursos limitados (dado las misiones espaciales que maneja), bio-sualiza este proyecto en una escala planetaria con la certeza de que el biocombustible en base a microalgas es una de las mejores opciones para reemplazar el petróleo, y esperan poder tener el proyecto habilitado para que el cambio de matriz energética no sea tan brusco, contando con estas bolsas gigantescas o fotobiorreactores distribuidas en quizá todo el oceáno del planeta.
Con su socio estratégico así mismo plantean integrar esta producción en una tecnología de biorefinería, produciendo diesel y jetfuel, entre otros derivados.
Jonathan Trent, el científico que lidera el proyecto, nos recuerda una frase de Marshall Mc Luhan: "No somos pasajeros en la nave Tierra, somos tripulantes", y por ello nuestra responsabilidad es real en la dirección que tomemos con ella en el futuro próximo. Espera así mismo, que esta innovadora tecnología pueda ser aplicada por diversas compañías como un recurso que les traiga soluciones a sus necesidades para el escalamiento de microalgas para producir biocombustibles.
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